Mario Cuenca camina entre los pastizales de su campo al sur de la provincia de CórdobaMario Cuenca camina entre los pastizales de su campo al sur de la provincia de Córdoba

Fue campeón del fútbol argentino, hoy trabaja en su campo y descubrió la esencia de la vida: “No pudimos sembrar”

2025/12/18 08:20

Del pasto al ras de una cancha de fútbol a caminar por el pastizal de su campo. De cruzar la avenida 9 de Julio durante años a manejar por el pueblo de Del Campillo, al sur de la provincia de Córdoba, donde solo existe un semáforo para controlar el tránsito de una comunidad rural de apenas 5000 habitantes. De esperar la decisión del entrenador de turno para saber si iba a ser titular a la espera -que hoy lo desespera- de que llueva en el pueblo para terminar el trabajo de la siembra. De aparecer en el póster del equipo campeón a ni siquiera estar presente en la foto familiar de los primeros cumpleaños de sus hijas. Mario Cuenca atiende a LA NACION y se explaya sobre su trayectoria profesional que duró 22 años y hoy lo tiene ocupado en sus campos, lejos de las exigencias del deporte.

Mario Cuenca en su campo ubicado en la provincia de Córdoba

Cuenca debutó profesionalmente con la camiseta de Talleres de Córdoba en 1996 bajo las órdenes de Ricardo Gareca. Ascendió a la Primera División con el club de sus amores dos años después en una final vibrante contra Belgrano, su clásico rival.

En 1999 conquistó la Copa Conmebol, hasta ese entonces, el único título internacional de la “T” en su historia. Tuvo un paso por Racing, donde conoció lo que es ser suplente: compitió por el puesto con Gustavo Campagnuolo, campeón con La Academia en 2001. Esta circunstancia típica del fútbol -y más de los arqueros donde solo uno ocupa la posición- lo marcó a tal punto de que aceptaba a regañadientes la decisión gritando los goles del equipo “por compromiso”.

-Mario, ¿qué es de tu vida?

-Estoy esperando que llueva. Con ese tema estamos castigados. Le erramos a tres pronósticos de tormenta en los últimos 20 días que nos pasaron por arriba y no largaron nada. Con este tiempo no pudimos terminar de sembrar, no hay la suficiente humedad. Somos el único lugar del país donde no llovió.

La siembra y la ganadería pasaron a ser su estilo de vida desde 2010, año en el que su esposa Natalia le pidió volver a Del Campillo, el pueblo natal de ambos, donde hoy viven y disfrutan de una vida relativamente opuesta a la del fútbol.

“Mi señora me dijo que estaba cansada y coincidió con el mismo sentir que tenía. Me había hecho la casa en el pueblo y le dije a mi representante que rescinda el contrato con Racing. Antes de tomar la decisión fui al psicólogo porque todos me decían: ‘Preparate porque es bravo dejar de jugar’. En la segunda sesión me dijeron: ‘Quedate tranquilo Mario, no vas a tener ningún tipo de problema’. Y así fue”, destacó “Super Mario”, el apodo con el que lo reconocen en Córdoba, por su destacada participación bajo los tres palos.

Mario Cuenca ganó la Copa Sudamericana con Arsenal

La injerencia de Natalia en la vida de Cuenca fue clave para poder mantenerse en el deporte de alto rendimiento. “El hecho de que tengas una mujer que te acompañe es fundamental para el jugador de fútbol. Vos si te vas de tu casa y no estás tranquilo es difícil rendir al 100 por ciento. Es importantísimo que alguien te acompañe, te banque, aconseje, te ayude con tus hijos... cuando me mudé de Córdoba a Buenos Aires mi mujer hizo toda la mudanza. En mi vida me mudé tres veces y ella se encargó sola de dos. La pareja de un futbolista se tiene que bancar un montón de cosas mientras uno está ausente jugando un torneo o en una pretemporada”, destacó Cuenca.

El ahora productor ganadero participó de varias gestas deportivas como la obtención de la Copa Sudamericana con Arsenal de Sarandí en 2007. Sin embargo, los trofeos en la vitrina trajeron un costo emocional: no estar presente en la crianza de dos de sus tres hijas.

Mario Cuenca y su familia compuesta por su esposa Natalia y sus tres hijas

Lo único que me quitó el fútbol es el tiempo para estar con mi familia. No estuve en los primeros cumpleaños de mis hijas mayores porque justo me agarraron viajando para jugar la Copa Sudamericana, Libertadores... esos momentos importantes me los perdí y, por ejemplo, no tengo fotos con mis hijas en sus primeros años. Eso sí me molesta y no se puede volver atrás”, reflexionó el exarquero.

Ser suplente, un particular asterisco en su carrera

Una de las tantas particularidades del puesto de arquero es que solamente uno es el elegido. El otro va al banco y si existen dentro de un plantel una tercera o cuarta alternativa, directamente no concentran. Para Cuenca, la única opción era ser titular. De ser suplente, su ánimo cambiaba radicalmente y hasta se generaban cortocircuitos con el entrenador de turno. “No compartía la idea de trabajar toda la semana para después estar sentado en el banco”, destacó sobre esta circunstancia cotidiana del deporte.

-¿Qué actitud adoptabas si el técnico te decía que ibas al banco?

-Lo entendía, pero no lo podía manejar. Yo no sumaba siendo suplente. Generalmente se dice la frase: ‘Uno tiene que apoyar desde el lugar que le toque’ y a mí me pasaba lo contrario, estaba enojado y no colaboraba en nada. Es más cuando iba al banco gritaba los goles de compromiso. No podía manejar esa situación y al grupo no le servía.

Esta actitud le valió varios enfrentamientos con entrenadores. Uno de los que más recuerda fue con Guillermo Rivarola en Racing cuando “casi se va a las manos” por haberle prometido la titularidad y luego ser relegado por Campagnuolo, quien venía de salir campeón con La Academia en 2001.

Capitán en Talleres y Arsenal, Cuenca tomó un lugar de relevancia para sus compañeros al tener diálogo directo con los dirigentes, quienes, en algunos momentos, se atrasaban con los pagos. “Siempre digo que en el fútbol lo que más cuesta mantener es la palabra. Uno por ser persona de campo, de vivir acá, se cría con ese principio y hay que cumplirlo. Con los dirigentes podía pasar que no cumplían con lo pactado y después uno como capitán le decía a los compañeros que iban a cobrar en 40 días y pasaba ese tiempo y no cobraban”, explicó.

Criado en el campo de su papá Eduardo, Cuenca, desde muy pequeño, aprendió el oficio que hoy en día le da un sustento económico. Con el norte bien marcado, gran parte del dinero que consiguió con el fútbol fue destinado a la compra de hectáreas. A pesar de las enseñanzas, el exarquero reconoce que muchos de sus colegas no están asesorados en la materia y sufren cuando se retiran o, más aún, cuando el fútbol los eyecta intempestivamente.

Cuenca tiene 50 años y se dedica a la ganadería

“El tema de las inversiones tiene que ver por la familia que uno tiene, si los padres le inculcan el trabajo desde chico. Uno con el tiempo asume el compromiso de tener una familia y empieza a planificar el futuro. Es una lástima que nadie se anime a ir club por club a dar charlas y explicar que esto algún día se termina. Te deja el fútbol o lo dejás vos, pero se termina. El fútbol te da fama, un pasar económico, pero si no pensás en el día después es muy duro arrancar de nuevo”, cerró sobre esta realidad que descoloca a una gran parte de los futbolistas profesionales.

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